martes, 14 de enero de 2014

Dejar de entendernos

Es difícil hacer un hacer un cálculo aproximado de cuantas personas llegan a formar parte de nuestra vida, principalmente porque el criterio puede variar: hablábamos, coincidimos en clase o en el trabajo, nos tropezamos una vez en el metro... El caso es que el abanico lo podemos ampliar infinitamente si queremos.                                                                                                                                                   
Cuando yo entro en estas divagaciones me gusta acordarme solo de aquellos con los que pude llegar a establecer algún tipo de vínculo, algo trascendente, algo que te importase, algo que, por mucho que nuestro orgullo nos lo pueda negar, no deja de importarnos. Aunque hayamos dejado de entendernos...

Esto es un hecho, nos dejamos de entender, en la mayoría de ocasiones. No es una cosa que llegue necesariamente con un conflicto o con una "pérdida de contacto", ya que hay personas con las que discutimos casi por norma o que podemos estar meses sin saber de ellos sin perder un ápice de su confianza. Creo que es simplemente un punto en el que dejamos de encontrarnos en el mismo lugar, en el que desaparece esa necesidad de estar unidos. En realidad es difícil de describir, por eso solo puedo expresar la palabra "desentendimiento".

Más allá de este discurso desalentador o pesimista, quiero dejar claro que esto ni de coña termina aquí. Estoy seguro de que si realmente existió un auténtico vínculo, este no se rompe, que es imposible que lo que tiene significado para nosotros, deje de tenerlo, que nuestra vara de medir se limite a “ya apenas nos saludamos si nos vemos” o “mira hacia a otro lado cuando estoy delante” ¿En serio? ¿Y ya está? ¿Todo lo que vives puedes borrarlo a criterio?

Aunque lo neguemos, ya sea por la decepción de cómo han resultado las cosas o por mera pereza, ese vínculo no se rompe. Siempre existe por lo menos una milésima de segundo en la que sonreímos al encontrarnos, en la que te acuerdas de los mejores momentos (aunque fueran pocos), en la que sentimos que estaríamos dispuestos a estar ahí si lo necesitase una vez más, eso que por irrisorio que resulte forma gran parte de lo que somos, eso nunca muere, aunque dejemos de entendernos…

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