sábado, 8 de marzo de 2014

La resaca

El amanecer se reflejaba en las gafas de sol de dos jóvenes muchachos, se hallaban sentados en el banco de un pequeño parque infantil. Reinaba un silencio que se vio interrumpido por los pasos de un tipo que hacía footing.

¿Te parece normal?- Comentó Santi haciendo un esfuerzo para no sonar demasiado ronco- ¡Qué putas ganas de hacer ejercicio a estas horas!

Es cierto, no entiendo como no le apetece más vomitar al lado de un columpio- rió Mario.

Eso ha sido un golpe muy bajo- dijo Santi recalcando el “muy”.

Mario siguió con la mirada al hombre que iba corriendo hasta perderle de vista. Era fácil, en un momento como ese, menospreciarse y sentirse culpable al compararse con él, pero tampoco terminaba de entender un modo de vida en el que ignorase sus impulsos, consideraba que el mundo era suyo por más que este se riera de él. Su resaca y su frustración no eran más que un pequeño precio a pagar

No recordaban mucho de esa noche, tampoco lo necesitaban, sabían que había estado llena de risas, pero que su dignidad seguramente no quedó muy bien parada. Habrían tenido charlas a grito pelado entre balbuceos ebrios y seguramente habrían hecho el ridículo ante algún grupo de chicas, con burdos y desesperados intentos de seducción.

Al empezar a recordar avergonzado alguna de esas cosas, Mario empezó a canturrear para distraerse “we all live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine…”

Creo que a María le gustaba- interrumpió Santi.

Bueno, es innegable que hiciste que se divirtiera- volvió a burlarse Mario.

¡Bah! Que envidia que tienes…- Santi no se extendió mucho en su defensa debido a un repentino retortijón el estómago- sea como sea lo pasamos bien- sentenció.

Pues claro coño- afirmó Mario- Buenos o malos, no hay nada mejor que unos tragos entre colegas…

Ambos se rieron y siguieron allí hasta que salió completamente el sol. De algún modo esos momentos resultaban muy reconfortantes.

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