martes, 25 de marzo de 2014

La araña Alan

Saludos humanos, me encuentro colgada bajo mi telaraña, lo que me permite ver el mundo como seguramente muchas veces lo veis vosotros: completamente del revés. Dada mi naturaleza, yo no logro distinguir muy bien cuál es su posición correcta, no distingo el suelo del techo y en este sótano tampoco distingo muy bien la noche del día.

Se supone que soy un depredador implacable, pero no es la sensación que logro tener y no es precisamente lo que creo que me de la fama, pues a mí, la araña Alan, se me conoce más bien por todo lo contrario. Soy una araña distinguida por ser lenta y torpe, que teje donde no tiene que tejer y acecha dónde nadie va a pasar.

En algunas de las pocas ocasiones que he logrado cazar también me han robado otras arañas, por lo que cuando mi velocidad no es burlada por una mosca, encuentro la humillación en mi propia especie. Percibo las carcajadas incluso en mi descanso, de cada insecto, de cada hermana…

Como os decía un mundo al revés para mi es uno bastante realista, por ello me encuentro bastante bien aquí colgada, puedo columpiarme, dar vueltas sobre mí misma, mecerme acurrucarme o hacerme un ovillo dónde nadie podría encontrarme.

Soy la araña Alan, también conocida como el cazador cazado, demasiado pequeña y regordeta, por ello soy la que más hambre pasa y la última de las mías en llegar a tus pesadillas.

Pero no termina aquí mi historia inmensos humanos, como os cuento la frustración esta hasta en el rincón más pequeño de vuestro mundo, hoy apenas podréis verme y por ello me volveré cada vez más grande.  

sábado, 22 de marzo de 2014

Esa bestia

Llevaba mucho tiempo sin sentir la noche, sin acudir a un viejo columpio, sentarme y levantar la cabeza con la esperanza de ver alguna estrella, e imaginar que el viento silba con la intención de decirme algo.

Cuando sopla con fuerza puedo sentir como agita mi pelo hacia todas direcciones, como grita que deje de mirar hacia arriba y lo haga hacia el frente. Que me levante que grite y sacuda la culpa, el pasado y que saque la bestia que ruge dentro de mí.

Y hoy escribo de nuevo porque creo que ahora tras algo de tiempo, mereces que diga algo diferente. Pues podrás pensar que si tanto me dice el viento ¿Por qué estoy tan callado?

No sé si sabréis a que me refiero, pero si lo sabes y lo sientes, no encarceles más esa bestia, dará golpes en tu estómago, y nunca te implorará. Rugirá cada vez más fuerte, porque sabe que retumbará más fuerte que cualquier cosa o motivo razonable que te haga retenerla.

Así que aquí me tienes de nuevo mi querido lector, dispuesto a mejorar a través de lo que te digo, dispuesto a arriesgar y ser tal vez un puto bocazas al que en algún momento le prefieras calladito. Pues no veo otro camino para tener alguna posibilidad de que la bestia respire, se sienta libre y me deje tranquilo.

sábado, 8 de marzo de 2014

La resaca

El amanecer se reflejaba en las gafas de sol de dos jóvenes muchachos, se hallaban sentados en el banco de un pequeño parque infantil. Reinaba un silencio que se vio interrumpido por los pasos de un tipo que hacía footing.

¿Te parece normal?- Comentó Santi haciendo un esfuerzo para no sonar demasiado ronco- ¡Qué putas ganas de hacer ejercicio a estas horas!

Es cierto, no entiendo como no le apetece más vomitar al lado de un columpio- rió Mario.

Eso ha sido un golpe muy bajo- dijo Santi recalcando el “muy”.

Mario siguió con la mirada al hombre que iba corriendo hasta perderle de vista. Era fácil, en un momento como ese, menospreciarse y sentirse culpable al compararse con él, pero tampoco terminaba de entender un modo de vida en el que ignorase sus impulsos, consideraba que el mundo era suyo por más que este se riera de él. Su resaca y su frustración no eran más que un pequeño precio a pagar

No recordaban mucho de esa noche, tampoco lo necesitaban, sabían que había estado llena de risas, pero que su dignidad seguramente no quedó muy bien parada. Habrían tenido charlas a grito pelado entre balbuceos ebrios y seguramente habrían hecho el ridículo ante algún grupo de chicas, con burdos y desesperados intentos de seducción.

Al empezar a recordar avergonzado alguna de esas cosas, Mario empezó a canturrear para distraerse “we all live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine…”

Creo que a María le gustaba- interrumpió Santi.

Bueno, es innegable que hiciste que se divirtiera- volvió a burlarse Mario.

¡Bah! Que envidia que tienes…- Santi no se extendió mucho en su defensa debido a un repentino retortijón el estómago- sea como sea lo pasamos bien- sentenció.

Pues claro coño- afirmó Mario- Buenos o malos, no hay nada mejor que unos tragos entre colegas…

Ambos se rieron y siguieron allí hasta que salió completamente el sol. De algún modo esos momentos resultaban muy reconfortantes.

lunes, 3 de marzo de 2014

El regalo del dolor

Hay días en los que inevitablemente pienso que es mejor no levantarse, que no podré salir ahí fuera y hacer nada medianamente bien.  Siento  que no me espera nada que me motive, que no tomaré decisiones acertadas, que no me depara un buen rato y que lo que haga no me llevará a nada.

Por suerte no tengo demasiado tiempo para pensarlo más y aguerrido vacío mi mente y sigo sin mirar atrás, las horas pasan más rápido de lo que imagino en un principio y llega mi momento de parar.

A la noche me recosté en mi sillón, quería olvidarme de todo y relajarme, nadie podía quitarme eso.

Apenas pasaron unos minutos cuando llegó sin avisar: un latigazo terrible y demoledor de dolor por todo mi cuerpo, que me echó para adelante y me hizo mirar al suelo. Me temblaba cada músculo y apenas me podía mover.

Apoyé las palmas de las manos para intentar inclinarme lo que hizo que aumentase el dolor, cerré con fuerza los ojos y logré ahogar una lágrima.

A priori podría considerar que el dolor era cruel por resultar inesperado, pero había hecho mella más allá de lo físico, me había sacudido, me había despertado. Sentir como lo contenía, lo acumulaba y luego empujaba contra él para poder moverme era realmente emocionante.

Sonreí por primera vez y no sé muy bien por qué pero sabía que era lo mejor que me había pasado en todo el día.